En primer lugar quiero mostrar mi más absoluta conformidad y también defensa de todo aquel profesional que ha trabajado por cuenta ajena y que por cualquier circunstancia desee crear o comprar un negocio, como medida de autoempleo. Pero siempre que sea desde esa perspectiva de crear una empresa o emprender un negocio, la cual como resultado de la misma proporciona un puesto de trabajo en su estructura, que será cubierto por este autoempleado.
Quizás lo expresado en el párrafo previo parezca una obviedad, pero les aseguro que en muchos casos no es así, ya que el planteamiento es diferente. Compro mi trabajo y tengo que montar una empresa para ello. Y aunque el orden de los factores no altera el producto, en este caso les aseguro que sí lo altera y mucho, si no se tiene en cuenta lo que a continuación les explico.
Desde la experiencia que me ofrece estar cercano a este mercado en los 20 últimos años de mi vida empresarial y profesional, pasando como emprendedor, franquiciado, franquiciador y los últimos 11 como consultor, y por otra parte valorando las estadísticas que nos marcan unos elevados ratios de mortandad de este tipo de emprendedores (más del 90 %), estoy convencido de que deberíamos poner algunos puntos sobre las “ies” y encontrar algunos porqués de estos números tan catastróficos.
Como les decía, desde mi experiencia y desde un punto de vista particular pero también muy objetivo, ofrezco ciertas respuestas a esos porqués, si bien ciertamente existen otras variables que seguro no recojo en este post.
Comencemos ahora por los inicios ¿de dónde surge el término y cuando se produce su auge?
La crisis del 2008 y el boom del autoempleo
El concepto del autoempleo ha sido una practica habitual en la historia de la empresa, pero normalmente ha sido por vocación por la que el emprendedor tomaba la decisión de crear una empresa. Salvo en los periodos de crisis, donde existía una regulación de empleo, surgía en muchos casos la creación de empleo propia, generalmente en este caso por necesidad.
Pero es especialmente a partir de la crisis del año 2008 cuando desde medios tanto políticos como económicos se comenzó a potenciar – y yo diría que a comercializar, esta idea con el afán de crear empleo. Fue una medida “inteligente” para los intereses de aquellos en cuyas manos estaba la reactivación de la economía, y dicho sea de paso cuya responsabilidad era aportar mensualmente datos del desempleo – con cifras ciertamente escalofriantes en esa época.
Pero desde mi opinión, tengo que decir que no fue tan beneficioso para todos aquellos llamados de repente “emprendedores”, que se lanzaron a la aventura azuzados por unos mensajes repetitivos y excesivamente motivadores.
No puedo negar que fuese una excelente idea, o que fuese únicamente una medida de salida fácil, ante un momento tan crudo para la economía española, pues la creación de microempresas es una buena alternativa de reactivación del ciclo económico. Mi crítica se extiende a cómo se comercializó la idea; un planteamiento con excesiva ligereza, el autoempleo como la panacea del siglo XXI, alcanzable y con cuasi-garantías de éxito a cualquier humano.
El “autoempleo” como (falsa) garantía de éxito
En esta coyuntura, ha sido una constante oír gurús y ver en nuestras librerías libros de autoayuda, mostrando una excesiva dosis de gran motivación para lanzarse a la piscina. El mensaje, era tu puedes sí o sí. Mensaje positivo pero a la vez mensaje con cierto peligro si no se matiza.
El concepto autoempleo está hoy en día más que banalizado, lo que impulsa a muchas personas a optar por esta vía que les permite “comprar su trabajo”. Y sí, ciertamente puedes crear tu propio puesto de trabajo, pero has de hacerlo dentro de una empresa que debes crear y posteriormente gestionar, es decir, es algo mucho más complicado de lo que en ocasiones hemos podido entender.
Un autoempleo, sea como fuere – creando una nueva marca, comprando un traspaso o en franquicia; conlleva la creación de una empresa y su posterior gestión. Y desde luego la complejidad no radica en lo burocrático, que si bien es engorroso, es un trámite generalmente alcanzable, sino en la posterior gestión que conlleva unas exigencias de unos conocimientos técnicos y actitudes humanas, y por supuesto añadiendo las responsabilidades y riesgos que el emprendedor asume.
Técnicamente, para crear y posteriormente para gestionar una empresa, hay que contar con conocimientos propios del negocio en cuestión, producto, mercado, marketing, administración, recursos humanos, organización, planificación.
En cuanto a cualidades humanas, podríamos pasarnos un día entero listando características necesarias. En todo caso, las más relevantes serían la NO aversión al riesgo (al menos, dentro de unos mínimos coherentes), tenacidad, capacidad de liderazgo, y como no, las virtudes que para mi que mas van a definir el éxito del proyecto, que es la capacidad de esfuerzo, y especialmente la RESILENCIA.
Realmente ¿Qué es emprender?
Emprender es mucho mas complicado de gestionar que un puesto de trabajo, sobre todo desde un punto de vista psicológico y emocional. En un puesto de trabajo por cuenta ajena todo tiene cierta dependencia del empleador, pero al crear una empresa, todo depende del propio emprendedor, quien no cuenta con ningún respaldo, nadie que le asegure cierta estabilidad ni que le pague una nómina – por escueta que sea, a final de mes. Más bien todo lo contrario; ser emprendedor es poder pagar las nóminas de otros y las facturas de los proveedores. Has de enfrentarte a un nuevo entorno lleno de variables que has de manejar con cierta destreza, si no quieres, perder solo tu trabajo, si no también tu dinero, tiempo, ilusiones, y en algún caso la propia autoestima.
Así que, si estás pensando en un autoempleo, no dejes de hacerte las siguientes preguntas:
- ¿Quiero ser empresario?
- ¿Soy emprendedor?
- ¿Tengo aptitudes y actitudes para ello?
Si es así, la línea argumental debe ir dirigida hacia “Voy a crear un negocio para ver si puedo ganarme la vida” teniendo en cuenta que “No voy a comprarme un trabajo y tengo que crear una empresa.”
Siempre recuerda que un negocio es una empresa, sea por autoempleo o por inversión, y en ocasiones, para los primeros pueden llegar a resultar todavía mas complicado de gestionar y de obtener resultados, porque normalmente cuentan, con menos recursos económicos, menos herramientas y además se suma que normalmente este tipo de emprendedor lo hace por cierta necesidad, y esta es, sin lugar a duda es un arma de doble filo pues la presión puede hacerte caminar o paralizar.
Las franquicias de autoempleo. ¿Amigo o enemigo?
Si pensamos en franquiciarnos probablemente ya sepamos que los riesgos a asumir son menores, especialmente si no cuentas con los conocimientos técnicos necesarios sobre el negocio o el sector a emprender. La franquicia provee un saber-hacer de éxito contrastado así como una tutela que minimizará las probabilidades de fracaso, pero que de ninguna manera las eliminará, dado que siempre tendrás en tus manos la gestión de tu negocio, y su éxito también depende de ti y de tus habilidades personales.
Para los mas neófitos en el asunto, la franquicia es un buen sistema, siempre sin perder de vista los matices comentados, y nunca debiendo confundir comprar una empresa con comprar un empleo.
¿Todos podemos ser emprendedores?
Resumiendo, el autoempleo es una buena idea para hacerse cargo de su futuro profesional y son muchas las personas capaces de hacerlo, y para ello, es necesario informarse y quitarse tabús acerca del emprendimiento, miedos y dudas.
Pero también es cierto que no es un camino para todos, que hay que valorar multitud de variables (muchas expuestas a lo largo de este texto) y ser muy sinceros con nosotros mismos, reconociendo si tenemos la capacidad para ser asépticos en emociones tanto las negativas como las excesivamente positivas.
Y si no lo tiene claro, visite a un consultor. Nunca entendí porque acudimos al médico si nos duele la cabeza, al abogado si tenemos un problema legal y por qué muchos no acudimos a consultor profesional cuando vamos a jugarnos buena parte de nuestro futuro.